REVISTA CANARIA

Ana D’ Expósito y Federico Zenatto, artesanos de la madera. Redactado por @loretosocorro

Tenemos una cita en Agüimes (Gran Canaria) con una pareja de sonrientes artesanos. Nada más atravesar la puerta del taller sus sonrisas nos son manos abiertas, miradas felices y madera que habla como solo lo hace la alegría.

Nos conocemos desde que teníamos seis o siete años –habla Ana- Me crió mi abuela, porque perdí a mi madre de pequeña y yo conocía a la prima de Federico. Su familia “adoptó” a mi abuela, bueno, las familias se apoyaban por la necesidad. Yo siempre iba a todos lados con Federico, pero cuando con veinte años dijimos que estábamos de novios… no se lo esperaban. Un buen día nos casamos, después de estar recibido – tener la carrera acabada-.

Así que llevan toda la vida juntos. ¿Desde cuándo se dedican a trabajar la madera?

Hace veinte años ya… -Federico hace una pausa y Ana sigue, no se interrumpen. Ana añade que “En realidad toda la vida también… Yo te voy a contar –prosigue Federico- nos dedicábamos a esto como pasatiempo y para hacer algo diferente de lo que era nuestro trabajo en Argentina.

Federico es arquitecto y Ana sicóloga, sin embargo cambiaron sus profesiones por la artesanía…

Yo te voy a explicar –dice Federico- eso es lo que éramos en otra vida. Cuando llegamos pensamos trabajar en lo nuestro y, a la vez, necesitábamos algo diferente, por el cambio de país y hasta se podría decir que de idioma, porque hablamos igual pero hablamos diferente.

Ana recuerda cuando pedía repollo colorado en Madrid y nadie sabía lo que era “lombarda lo llaman” o que le sorprendió que en la fila del mercado alguien preguntara “¿Quién da la vez?”

A mi me sorprendió – habla Federico – que paseando por las calles de la isla, mujeres mas grandes que yo me saludaran diciendo “¡buen día, mi niño!”

¿Por qué decidieron venir a la isla?

En el año 2001, cuando el “corralito”, nos vinimos a España. Una amiga a la que queremos mucho, y que es como una hija para nosotros, nos dijo que viniéramos desde la península. Primero vivimos en Telde, luego en Vecindario hasta que nos encontramos con Agüimes y aquí estamos.

¿Cómo fueron los inicios como artesanos?

En su momento fuimos incluso hasta Dinamarca. También íbamos puntualmente a los mercados medievales; así recorrimos la península y toda Europa. Transformamos la furgona: arriba estaba la cama y abajo, para estar de día. Los mercados medievales son algo divino, como experiencia es impagable. La gente se vestía en todo el pueblo con ropa de época y las animaciones eran arlequines, cetrería con halcones, águilas, habían lanzadores de llamas…

¿Y en la isla donde empezaron a vender sus creaciones?

En el sur, en el parque del Veril. Primero vendiendo artesanía de Quilmes, Argentina. Luego ya íbamos creando cosas nuevas. Hoy en día estamos los sábados en el Parque de Santa Catalina y los domingos en Vegueta (Gran Canaria).

Mirando el taller solo se nos ocurre exclamar “¡Tanto, en tan pocos metros!” ¿De todo lo expuesto qué es lo que más les gusta hacer?

Según cómo nos levantemos cada día, hacemos una cosa u otra. Hoy – habla Ana – estoy, que quiero hacer una brujita. Me levanté con eso en la cabeza, tengo la imagen…

Es más – añade Federico- yo no sabía que quería hacer una bruja -se sonríe ante el descubrimiento- .

Lo que más hacemos son puzzles, pero todo nos alegra mucho.

¿Cómo es entonces un día de trabajo aquí, en el taller?

Hay días que no se nos ocurre ninguna idea. No creas que siempre nos levantamos inspirados. Otros días son esplendidos.-Federico agarra una pieza de tonos claros -Estoy con las cajitas de hueso y esto puede llevarme una semanita, cada una.

Junto al taller tienen su hogar, un loft canario, y también una casa vacacional que alquilan. Los detalles para mimetizar cables y aparatos están elaborados con maderas. Celosías, balconcitos… que adornan con mimo este pequeño paraíso en Agüimes.

Como reloj de maquinaria suiza, donde uno hace el tic y la otra el tac, nos siguen contando que se motivan mutuamente y, de esa manera, se potencian. Federico nos muestra un hueso que nos dice que es de vaca.

Por este lado, del hueso parece que hay nubes . Por el otro lado, si le das la vuelta, es como un atardecer. No sabía qué lado usar porque ambos son bellísimos.

¿De qué les ha servido las carreras de su “vida anterior”, para ejercer este oficio?

Imagínate… la carrera de arquitectura, en Argentina, se basa más en lo humanitario, aquí es más técnica. Así que me formé en la imaginación. Tengo ese desarrollo humanista y de creatividad. Ella (Ana), se hizo mucho a mi, pero esto que cuenta de la brujita y otras cosas; eso lo desarrolla con su propia imaginación…

Ana puntualiza “Lo que pasa es que… yo digo que copio lo que pasa, pero Federico el tiene la capacidad de plasmar sus ideas”

¿Hacen piezas por encargos?

Claro, por ejemplo marionetas: hicimos una de pinocho de cuarenta cm.

Tenemos una clienta que nos trae juguetes de cuando ella nació, para que se los arreglemos y para hacer réplicas porque quiere regalarlos a sus hijos. Los juguetes estaban en mal estado y los restauramos.

¿Hacen también trabajos para escenografías?

De lo último que hicimos: fabricamos un teatrillo, para la nieta, que vive en Alemania. Hicimos todos los personajes: Papa Noel, los renos y el trineo, que se levantaba incluso. Además lo grabamos en video y ella, la nieta, no se enterará mucho ahora porque tiene tres años, pero nosotros – se ríen los dos a la vez – nos divertimos tanto mientras grabábamos el video. Le pusimos música y todo, «no sabés…» (con dulce acento argentino).

¿Lo más difícil que han fabricado?

Algún títere porque nos gusta hacerlos que, cuando se usen, se parezcan al movimiento de un humano. Entonces invertimos mucho tiempo en el muñeco y después, también, en el mando. Para que sea avanzado. Un cliente nos pidió primero un esqueleto amarillo con el que se puso por Triana, luego le hicimos varios encargos más.

A Federico le encantan las cajas y a ti ¿qué es lo que más te gusta hacer?

Yo aprovecho todo lo que el desecha. Lo que le va sobrando, lo junto y reutilizo. No diseño ni nada. Observo, veo lo que me sugiere la madera… no puedo hacer dos cosas iguales.

La necesidad es la madre de la creatividad y voy probando. Aparte de la madera hago más cosas…

Ana se aleja un poco y regresa con una caja. La abre y se ve el fondo cubierto con una tela finamente trabajada.

Esta tela la hago yo con un telar que se llama telar colonial. Esto lo hacía en Argentina.

¿Qué maderas trabajan?

Todas las maderas. Lo que venga: nobles , recicladas de mueble, de todo lo que llegue. Las maderas son un universo. La que más nos gusta es la de amaranto, es color violeta, –nos muestra un trocito- .

Ana, ¿aprendiste con él?

Hice un curso acá, de restauración de madera que me animó. Llevo toda la vida trabajando con las manos. Cuando me surgió el curso me sirvió para aprender a usar las máquinas. Como no teníamos sino un serrucho, una sierrita de mano… pues así aprendí a usarlas.

¿Qué utilidad tienen estas cajitas tan diminutas Federico?

Para guardar una sonrisa, o una lagrima de alegría, dice mi señora.

Esta es la más chica -del tamaño de la uña de un pulgar- . Es de noche, la luna está hecha con hueso y, «fijáte»: hay un barquito. A los dos nos gusta hacer cosas pequeñas.

¿Lo más raro que has hecho?

Nos encargaron unas cajas para dientes, en forma de diente. Nos pidieron una escalerita para el señor Pérez, porque tenían una puerta de casa, como de muñecas, pero quedaba un poco en alto y la niña no sabía cómo iba a llegar el ratoncito Pérez hasta el diente.

¿Los hijos siguen con la tradición?

No, no…Uno vive en Alemania, la otra en Madrid. Tienen sus trabajos y nada, ni como hobby. Con impresoras 3d hacen alguna cosa… pero la madera no.

¿Y qué van a hacer con el taller cuando se jubilen?

Un gran asado –responden los dos – Siempre lo decimos, no tenemos vida para tanto, llegará un punto que vamos a querer pero no vamos a poder… así que se hará un gran asado.

¿Les gustaría enseñar lo que saben, dar talleres formativos?

Este espacio es muy pequeño y salir fuera de aquí es complicado, para mover la maquinaria y para los seguros a terceros. Una vez hubo conversaciones para hacer algo con la Universidad Popular, pero no cuajó nada.

Federico, al tener la casa junto al taller le echaran muchas horas a la tarea diaria…

No tenemos horas. El peor jefe es uno mismo porque te exiges para los mercadillos y te entra la angustia de que no «llegás», como cuando estudias y hay que entregar un proyecto y no se pone uno… procrastinando… Gracias a ella que me enseñó, como buena sicóloga, a no procrastinar tanto…

La charla va y viene, mientras algunos turistas entran en el pequeño taller, interesados por el trabajo de esta pareja. Nos escuchamos, nos confundimos y nos vamos explicando palabras que nos enredan con carcajadas: “los pijoteros no son pijos, son los de codo, eso es ahorradores, nada que ver con los “nerds”, empollones…”

Esperamos seguir encontrándonos con esta pareja, sus puzzles y otras creaciones. Si se paran a preguntarles, cerca de donde Lolita Pluma, en el parque capitalino o por cualquier otro lado de la isla, les van a explicar con gusto y sobre todo con simpatía de gente buena.