Cada dos minutos Gaviota abría los ojos y contaba el mismo cuento: «Hubo una época en la que las aves éramos drones perfectos y, en vez de graznar, cantábamos rock and roll. Nuestras casas eran iglús dorados y se dice que, por soñadoras, Libertad nos castigó. Desde entonces somos de carne, hueso y plumas y vivimos en vertederos, pero esto puede cambiar. Se cuenta que si volamos muy bajo, quizás veamos, en el reflejo de un rayo de sol, sobre las olas, a Libertad y ésta nos permita volver a ser vuelo blanco de metal».