Narración realizada por @loretosocorro:
Filamentos metálicos, que antes durmieron como minerales al abrigo de la corteza terrestre, y ahora son luz con brillos, colores y formas para iluminar y ornamentar nuestras calles.
En sus inicios, en las mejores casas alemanas y en el siglo XVIII, los adornos y luces navideñas eran un placer privado. Se decoraban árboles con nueces pintadas, manzanas…Los arbolitos se iluminaban con velas en pequeñas palmatorias o atadas con verguillas, hasta que llegó la electricidad. Las frutas se cambiaron por bolas de colores y la costumbre de hermosear por Navidad se convirtió en un asunto que la colectividad trasladó de la intimidad del hogar a las fachadas de las casas y a las calles, plazas y otros espacios que la sociedad compartía.

Las luces navideñas son algo más que el anuncio de la llegada de “La Luz” al mundo, al celebrar la Natividad del Mesías. Antes de eso se encendían troncos con la creencia de que el brillo de las brasas era el ruego, hecho luz tenue, que suplicaba el retorno del sol.
La navidad no se inicia en nuestras ciudades hasta que se hace el siempre amable gesto del “Encendido Navideño”, promovido por ayuntamientos, cabildos o asociaciones empresariales y que suele ir acompañado de otros actos que lo engrandecen aún más.

Es entrañable ver que los árboles en el exterior se engalanan con guirnaldas y cintas de luces. Las palmeras y los laureles de las calles canarias brillan entre el frío, la bruma y la calima con un parpadeo que sólo se siente por las fiestas de invierno.
Con el fulgor de estas luces se regala felicidad a transeúntes porque, el pasear por una ciudad más colorida y brillante, propicia un sentimiento de alegría que, según los neurólogos, se debe a una ligero cambio hormonal donde la dopamina sube por efecto de los aderezos navideños.
Quizás sea éste el motivo por el cual las navidades, cada vez, “empiezan” antes. Un deseo de llegar anticipadamente a ese estado de dicha y la añoranza de tiempos mejores donde la vida era más simple.

Las luces navideñas resuenan en cada cual de forma distinta, según sus propias vivencias, pero si a alguien le gusta celebrar la Navidad son imprescindibles porque el efecto de sus colores y sus brillos proporcionan a nuestros cerebros la capacidad de captar el entorno con más matices que nunca, de estar vigilantes y de desarrollar un deseo de felicidad puntual.
La Luz en Canarias es especial, para el cine, para la fotografía, para el ánimo…Y cuando el sol se acuesta las luces nocturnas en Navidad son brillos de velas rojas, verdes, blancas en las Coronas de Adviento. Son candelas en las cabezas de las Lucías suecas, hermanadas con las Lucías canarias y, por encima de todo , son incandescencia en rotondas, plazas, calles y fachadas de nuestros pueblos y ciudades.

Para que el resplandor de esas decoraciones siga iluminando nuestro interior, miremos fuera con atención y disfrutemos de la ciudad con el ropaje navideño.