redactado por @loretosocorro
En Telde hay un túnel del tiempo. La gente mayor que pasea por allí sale contenta por lo bien recreado que está todo y a la chiquillería se les abre los ojos y los oídos ante un mundo desconocido.
Se trata del proyecto de los “Finaos” que llevan a cabo desde el 25 de octubre hasta el día 31 la Concejalía de Cultura y Juventud, la Escuela de Folclore y la Asociación de vecinas y vecinos del Roque Azucarero.
Hablamos con Juan Martel, concejal de Cultura y Juventud de Telde, que nos confirma el deseo de toda la gente implicada de que no se pierdan estas costumbres relacionadas con el día de los difuntos: “El objetivo es que no se pierda lo nuestro y para ello hay que conocer. Nosotros queremos enseñar, divulgar y que lo vean, sobre todo los niños. Hay varias escenas y los niños pasan, observan, preguntan…”
Durante varios días han pasado niñas y niños, escolares de Telde y de otros municipios, pero también hay hueco para la gente adulta. Una de las propuestas, para la tarde del día 31, con casi dos mil entradas ya agotadas, es para “disfrutar” en la ermita de San Pedro, con historias de finaos, sí, pero de esas que dan miedo.
Mila es monitora de la Escuela de Folclore de Telde, cuenta que han escogido la Casa Condal porque es la sede de la escuela y porque el espacio de la misma permite llevar a cabo el proyecto. “Dar una visión de lo que se hacía ese día– cuenta Mila-, en esta casa hay dos plantas. Un compañero recibe a los alumnos, o a los adultos que vinieron el jueves, abajo; entran y otro compañero les saca una foto que luego se adorna con algo de los finaos. Después pasan por los puestos, acompañados por el compañero Pepe Rodríguez.”
Los distintos espacios que se recrean son verdaderas escenas donde se ven, por ejemplo: mujeres, ataviadas con ropas de nuestras bisabuelas, preparando las flores en un patio canario y con la ropa tendida.
“Estamos decorando una corona, haciendo ramilletes -explica Mila- para los finaos y les contamos que el crisantemo era el que más se usaba por ser otoñal y duradera. Los niños lo ven bien porque ya reciben bastante miedo con zombis, esqueletos de otras tradiciones; así que decirles que las flores son para los muertos no les sobresalta nada. Les llama la atención que les dijera que esta flor mi abuela no la ponía en casa, porque era flor de muerto, de cementerios y era como una superstición que no se llevaran esas flores a casa”
Aún siguen llenándose los cementerios, en estas fechas, de familias con flores, que no se suelen cultivar ni preparar en casa pero, aunque sean ramos comprados, eso se mantiene.
La siguiente estampa que han podido disfrutar las y los visitantes a este proyecto tiene que ver con la comida de finaos: Ven asar castañas. “Muchos desconocen cómo se rajan y se asan -continúa Mila- les explicamos y luego pasan a ver como alguien está majando almendras.”
Saro (Rosario Miranda) es alfarera y está tostando castañas. “En la época de difuntos se ofrecían los productos de temporada: castañas, nueces, manzanas, la botellita de anís no podía faltar…”
Saro y Juan, que es miembro de la Asociación Roque Azucarero, siguen tostando en un brasero de barro. “Era lo más antiguo -comenta Saro-, más adelante vino el de latón, antes de eso, como todo se hacia a leña, la alfarería era lo que había y lo que se usaba en las casas. En el brasero se guisaba todo”
Saro resalta que la gente mayor comenta que se debe continuar, para que las nuevas generaciones vayan viendo lo que en otra época se hacía. “Nosotros en la Escuela de Folclore de Telde lo que queremos también, es que se sepa lo que hacían antiguamente, para que no perdamos nuestra identidad. En las casas y también en los colegios se debería contar más y recrear, no solo los finaos: el carnaval tradicional, lo que se hacía con las tortillas, los sancochos de Semana Santa… vivir cada época. Está bien conocer otras tradiciones, pero sin perder la nuestra”
En la Casa Condal, además, han recreado una cocina donde se hacen garapiñadas. Lo mejor debe ser que toda la gente que visita este túnel del tiempo va probando toda la comida de finaos…
También se entra a una alcoba ambientada hasta el último detalle donde hay una mujer con el ajuar de la época y una cuna con un muñeco. Allí pueden escuchar algo del rosario y un arrorró.
Desde lo alto se invita a niñas y niños a otear “al Misterio” y así ven como abajo están las mujeres de las flores, ahora en un cementerio junto a un par de tumbas, donde rezan y colocan las flores a sus muertos.
No faltan por este paseo las luces de ánimas, fotos de finaos y alguna señora mayor que cuenta sus vivencias junto a la monitora Pepa, que les relata un cuento de miedo. Pero para que todo no sea susto, al final de la visita, se canta una cancioncita porque según nos relata Mila “No todo era tristeza en los finaos sino, que también habían tocadores al final”.
Eso mismo será un broche de miedo, para la gente adulta, según nos cuenta Juan Martel, “ En el rincón Placido Fleitas, junto a la plaza de San Juan, habrán parrandas: la de la Escuela Municipal de Folclore, la de la Taror, la del Roque Azucarero, y estarán tocando, reviviendo los finaos y rodeados de puestos de flores, castañas para degustar, productos típicos de la época y en la calle distintos espacios relacionados con la noche de los finaos. Y cuando acabe todo eso, aún habrá más: un concierto en la plaza con la Banda los 600, Arístides Moreno y la 101 Brass Band, que le acompaña”
Nada que envidiar a cualquier parque temático de los que hay que coger avión y hotel, pero al lado nuestro y dando a conocer tradiciones casi olvidadas.
Para que esos niños que están viviendo en Canarias sigan con las tradiciones hay que enseñarlas y nada mejor que con espacios llenos de gente conocedora de lo que hace y que trabaja con tanto cariño y respeto. Desde Sal del Atlántico, esperamos más y más tradición a pie de calle, para peques y grandes.