Ser profesor es muy difícil… ser niño en el territorio del aula también. Elogios a la belleza de los colegios.
Almas llenas de poesía
Prestamos a nuestros hijos al sistema, los dejemos en la soledad de los primeros días del colegio. Empieza una nueva humanización del conocimiento que el niño comienza a explorar por primera vez en su vida. Allí se inicia una nueva a etapa y comienzan a comprender principios esenciales sobre los que su vida se va a sustentar. Empezarán a aprender a comunicarse. Admirarán a sus profesores y sus palabras mientras se nutren de toda la educación y la mirada con la cual van a empezar sus mentes nuevas e ingenuas a ser moldeadas.
Los niños son pacifistas, risueños, responsables y se dan cuenta de todo lo que expresa una mirada de amor, desamor un aprecio o un desprecio. Aquí empiezan a trabajar solos con las herramientas emocionales que sus padres le han empezado a otorgar para vivir con su libertad, creatividad y expresión. No sabemos lo que los hijos hacen mientras los soñamos en el aula. Sí sabemos que los niños vienen a mostrarnos el mundo, vienen a hacernos otras personas. Sus almas están llenas de poesía.
Los niños empiezan a crear y empiezan a hablar para que los conozcamos. No sólo han venido para que les pongamos normas. Los niños saben pensar por sí mismos, son seres libres que hacen suyo todo lo que le damos, lo reinterpretan y lo mejoran. Se hace fundamental estar abiertos a aprender mirándolos a los ojos. Nos arrodillamos y los miramos a la altura de sus ojos. Porque no hay nada peor que mirar desde arriba, como ya nos miran los grandes edificios o las catedrales. Los niños son muy vulnerables a sus sentimientos. Son espontáneos y tenemos que equilibrar el fruto de la libertad que ellos nos están aportando.
Al inglés le gusta que le hables en inglés. Al danés leer la carta del restaurante en danés y al niño hay que hablarle bajando nuestra altura para que ojos, nariz y boca puedan estar en el mismo horizonte, tal y como hacemos los adultos entre nosotros.